¡Hola, soy Mario Vega!


Escritor novelista.
¡Bienvenidos a mi mundo! Aquí encontrarás material inédito del escritor.


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CUENTOS ANTES DE DORMIR

El juguete de Elisa, parte 2.

Elisa se arrastraba en busca del crucifijo. El dolor era incesante y sentía que ya nada podía salvarla, y cuando se pierde la esperanza comienza la fe.

-Padre nuestro... - comenzó a rezar, pero a medida que iba rezando notaba que su cuerpo quemaba más y más -, ven a nosotros...

Al fin agarró el crucifijo que tenía colgado en el cabecero de la cama y lo agarró con fuerza para continuar rezando.

-Perdona nuestras ofensas... - el remedio parecía peor que la enfermedad. Era como si alguien le estuviese clavando algo en la palma de las manos y en el puente de los pies. A causa del dolor tuvo que soltar el crucifijo y retorcerse por el suelo -, mas líbranos del mal. A... ¡amén!

Algo salió de su boca, algo oscuro y aterrador. ¿Era la sombra de un hombre? Aunque lo fuese, ella estaba demasiado débil como para haberse percatado de ello. Su cuerpo ya no quemaba, pero aún sentía un dolor que se enfriaba poco a poco y se hacía más notable. Bajó la mirada a sus manos. Era como si le hubiesen hincado unos clavos. Comenzaba a sentir lo mismo en sus pies.

-¡Es imposible! - también habían sido atravesados por algo. La sangre brotaba de esos agujeros como la lava de un volcán salvaje en erupción.

Un grito de susto hizo que se olvidase de ese dolor. Un grito que salió del dormitorio de su madre. Un grito. Solo uno, acompañado de un brusco movimiento de mueble y una caída en seco al suelo. El cuerpo de alguien había caído, muerto. Fuese lo que fuese, aquello que había salido de ella había matado a su madre. Un paso. Otro paso. La madera crujía cada vez más cerca de la puerta de su dormitorio. ¿Estaba volviendo para matarla?

-Por favor... - suplicó gimoteando. Los mocos y las lágrimas hacían sus palabras confusas.

Otro paso más cerca en el pasillo. La luz de la luna dejó ver la sombra de lo que había más allá. No se lo esperaba.

-¿Susana? - era su hermana menor -. ¿Susana estás bien?

Sí, era su hermana menor. Allí estaba, quieta frente a la puerta, con su inocente camisón blanco y su cabello rubio liso.

-Gracias a Dios...

Pero su aspecto no era el mismo. Su piel se encontraba más pálida de lo habitual. Sus labios secos rasgados y sus ojos blancos, sin ningún color. Su camisón estaba estampado con... ¿sangre?

-¿Susana? - preguntó asustada.

-Susana está con nosotros - una voz grave y aterradora brotó de los labios de la pequeña, pero no era ella quien hablaba.

Una sonrisa horrible, pero a la vez infantil, apareció en su cara. Elisa notó como su propio cuello se estaba tensando contra su voluntad. Intentó poner resistencia, pero en vano. Su cuello se había roto y cayó también, muerta. Susana, o lo que quedaba de ella soltó una risita y se alejó de allí corriendo, hacia el bosque...

5 semanas después...

Raquel había tenido un día duro. Una adolescente se había suicidado, se había tirado por la ventana de su dormitorio.

-¿Qué demonios le había llevado a suicidarse? - pensó mientras se dejaba caer en la cómoda -. Hay algo que se nos escapa de las manos. Va más allá de nosotros...

Se le vino a la cabeza aquella chica, Elisa, mientras le realizaba la autopsia. Su cara era de terror, exactamente la misma que la de esta adolescente, María. Los padres parecían no prestarle mucha atención por ser lesbiana. ¿Pero era aquello suficiente para quitarse la vida? ¿Tenían alguna relación esas dos muertes?

Recorrió la vista en busca del mando del televisor. Pareció ver algo extraño, algo que no estaba en su sitio, pero no podía ser. Era como si hubiese gente en la entrada de su casa. Seguramente hubiese sido una imaginación suya. Aun así, ya no estaba tranquila. Miró de nuevo y...

-¡Dios!

Una niña con un batín blanco ensangrentado y un niño de unos once años se encontraban allí, quietos como piedras. Muertos en vida. Así lo habría descrito. Sus caras pálidas y sus ojos sin color... Resultaba terrible.

Los chicos no estaban solos. Alguien, un monstruo con forma de hombre les daba la mano a ambos.

CUENTOS ANTES DE DORMIR

El juguete de Elisa...

Aquel episodio tuvo lugar en un campo alejado de la mano de Dios. Allí vivía una familia de bien, trabajadora y respetada por los cortijos vecinos. Vecinos por decirlo de algún modo ya que, el más cercano se encontraba a tres kilómetros. El frío de la madrugada había impregnado de rocío húmedo aquel cortijo. Las jacarandas estaban secas, sin flor y sin apenas hojas. Eso le hacía parecer un antiguo y olvidado cementerio. La policía había precintado la escena del crimen y los forenses se estaban encargando de analizar el cuerpo antes de levantarlo.

  -Esto es interesante - aportó una forense mostrando la mano de la víctima.

 -Las llagas de Cristo... - añadió el otro forense. Un escalofrío recorrió toda su espalda hasta producirle un inquietante frío en la espina dorsal.

-¿Qué mente macabra ha sido capaz de realizar tal cosa? - preguntó la chica forense descubriéndole el costado. Ahí tenía otra llaga. La de la lanza.
El compañero guardó un momento de silencio. Un sudor frío caía de su frente.

-Dime Raquel, ¿crees en historias de fantasmas?


14h horas antes del crimen...

Elisa era toda una mujer. Diecinueve años. Aunque obtuvo la madurez mucho antes, puesto que su primera regla le vino con diez años, y a los trece ya echaba una mano en las labores del campo cuando venía del instituto. Demasiado joven para pasar las tardes trabajando y no con sus amigos, pero claro está, vivía en un maldito cortijo a quince kilómetros de la ciudad. Ver a sus compañeros fuera de clase le resultaba tan complicado que prefería no encariñarse de nadie. Además, tampoco tuvo más remedio que trabajar. Tenía una hermana de siete años, Susana; y su madre. Su padre pasó tres años luchando contra un cáncer de colon que no pudo superar. Murió con la pena de dejar a tres mujeres solas en casa, sin una figura paterna.

-Yo cuidaré de ellas como tú lo hiciste conmigo - fue la última frase que Elisa le dijo a su padre antes de que pasase a mejor vida. Mejor vida... Eso es lo que nos decimos cuando muere una persona querida, ¿verdad? Pero, ¿cuántos de vosotros habéis estado ahí para saberlo? ¿Qué mejor que el pecado de la carne llevado por la lujuria? ¿Qué mejor que comer y beber con tus amigos y familias? Ya podría ser aquel maldito lugar todo un palacio para superar al terrenal...

Elisa no pudo olvidar a su padre. Nadie puede olvidar a su padre, ni siquiera cuando muere a una avanzada edad por cuestiones naturales de la vida. Necesitaba verle otra vez, necesitaba oírle y sentirle de nuevo y decirle que le echaba de menos.

Aquella tarde tuvo la respuesta. Una Ouija le pondría en contacto con su padre de nuevo.


5h antes del crimen...

Retiró las malas hierbas y antes de volver a casa taló una jacaranda que parecía que iba a caer tarde o temprano por su propio peso. De ahí sacó una tablilla circular, del tronco. Era hora de volver a casa. Susana la vio subir. En ese momento no sospechó porque siempre subía a ducharse y luego cenaba. Su hermana pequeña ya estaba lista. Con su cabello rubio liso y fresco recién lavado y su camisón blanco.

Pero Elisa se encerró en su cuarto y talló con un cuchillo rápidamente el abecedario, los números del uno al nueve y luego el cero, y por último puso Sí No en aquella tablilla. Lo hizo tan rápido que incluso se cortó un poco el dedo índice y derramó unas gotas de sangre sobre la tabla.

-Joder... cogió un pañuelo de papel para no manchar el suelo.

-¡La comida! - le llamó su madre.

-¡Voy!

Pero quería probar si funcionaba antes de cenar. Tenía un vaso de cristal en el que bebía por las noches; lo cogió y lo colocó bocabajo en su Ouija casera.

-Papá... ¿puedes oírme? - tenía sus dedos índice colocados sobre el vaso, pero este no se movió -. Papá... ¿estás ahí? - sin respuesta -. ¿Alguien me oye?...

Nada. No ocurrió nada. Así que se levantó para cenar. Un ruido extraño y chirriante surgió de su espalda. Se giró y se quedó boquiabierta.

-¡Papá! ¿Eres tú?

El vaso daba vueltas y vueltas en círculo sobre la tabla a una velocidad de vértigo. La tabla comenzó a arder.

-¡No, no, no!... - no sabía qué hacer.

El vaso se detuvo en seco y comenzó a levitar. Elisa se quedó petrificada. En su interior quería gritar en voz fuerte SOCORROOO, pero estaba tan asustada que no podía ni exhalar aire por la boca. El vaso se posó a la altura de sus ojos. Miró a través de él. Había una... una silueta humana, alta, oscura.

  -¿P...p... papá? - preguntó con inseguridad.

Aquello que fuese emitió un sonido desgarrador y potente que hizo estallar el vaso. Elisa se tapó los ojos para que no se le clavasen trozos. La sombra caminó hacia ella y se transformó en... ¿arañas? Sí. Aquello conocía sus miedos y había adquirido la forma de sus miedos. Arañas, gusanos... Se introdujeron por la boca de la chica. Notó que los párpados le quemaban y el corazón se le aceleraba como si de una fiebre horrible se tratase, los ojos se le volvían hacia atrás y empezaba a atragantarse con su propia lengua y escupir espumarajos.

¡Un crucifijo! Corrió para coger el crucifijo. A lo mejor si lo cogía a tiempo todo pasaría, pero aquello era demasiado fuerte y estaba acabando con ella. Cayó al suelo y se arrastró con sus manos para llegar. No podía detenerse. Algo la observaba desde la ventana, riéndose...

CONTINUARÁ...

CUENTOS ANTES DE DORMIR

Los amigos de María...

María era una chica adolescente de ciudad. Dulce como la miel, inocente como un crío y agradable como un paseo en la plácida tarde de primavera. Poseía justo lo necesario para desencajar en el grupo de chicas populares del instituto. Ellas, con sus faldas del uniforme. Le encantaba mirarlas cuando corrían en el recreo... Cuando se les levantaba la falda un poco, cuando sus pechos juveniles subían y bajaban al compás de los saltos en las combas... Sí, a María le gustaban las chicas. María era homosexual. María era, según sus compañeros, una bollera. Y si lo era, ¿qué pasaba? Seguía siendo una persona como el resto de su clase. Tenía exámenes, se duchaba igual que sus compañeros, se dormía igual... incluso comía igual. ¿Por qué la trataban diferente? Debía de luchar con eso toda su vida. ¿Estaría sola, siempre?

-Eh, María la virgen - le llamaba un compañero durante la clase de educación física. Estaban jugando a baloncesto, y María no podía evitar mirar, de reojo, sola y en silencio, las piernas suaves de Alba. ¡Qué apretado le quedaba ese pantalón! -. Te prohíbo que mires más a las chicas, o las acabarás envenenando y se transformarán en pasteleras como tú. ¿Por qué no me traes un bollo? ¿O unas almejas?

María estuvo a punto de llorar, pero debía contenerse. Le contuvo la mirada durante un momento. No. No podía soportar las ganas.

-Vete a la mierda - se dio media vuelta, se llevó las manos a la cara y fue corriendo al vestuario.

Estaba hasta. ¡Harta! Nadie le comprendía. En su casa, sus padres le miraban como si mira a un perrito moribundo.

-Hija, es la edad - le decía repetidas veces el padre -. Estás pasando por una época muy dura, pero piensa mejor las cosas. No podrás tener una familia normal. ¡No podré tener nietos normales!

-¿Normales? - pensaba ella en el vestuario -. ¿A caso no lo soy? - gritó, aunque no esperaba respuesta alguna. En el vestuario estaba ella, sola, sentada en el banco, acompañada de aquel titilar de la lámpara. Ese parpadeo era realmente molesto. Ahora a oscuras, ahora no. Parecía una discoteca de mala muerte.

 -Eres normal - la voz de alguien la sorprendió y dio un brinco.

-¿Quién es? - si alguien estaba ahí para seguir riéndose de ella, acabaría dándole un puñetazo.

-No queremos hacerte daño, pero ellos sí. Toda esa mala gente quiere verte mal sólo porque no piensas como ellos - la voz provenía de las duchas. Siguió la voz. Allí estaban. Habían dos niños, uno de ellos de unos nueve años. Al otro no consiguió verle la cara bien a causa de la lámpara.

-¿O...os habéis perdido?

-No encontramos a nuestros padres, pero aquí estás tú. Pareces buena persona.

-Buscaré ayuda.

-Necesitamos comer un poco, tenemos hambre.

Ella miró su reloj. En poco tiempo el timbre sonaría para volver a casa.

-Acompañadme, os daré algo de mi casa. Luego podremos buscar ayuda.

Los chicos le sonrieron con gratitud.

 Fue rápidamente a su casa, ignorando las intermitentes burlas de sus compañeros. Cuando llegó, les acompañó a su dormitorio y fue a la cocina a por algo para picar.

-María, ¿qué haces? No es hora de picar nada. Ya mismo vamos a almorzar - le reprochó su madre.

-Oh, no es para mí. Es para los chicos que vienen conmigo. Tienen hambre.

-Ah - se limitó a decir. Vio a María subir las escaleras rápida como una bala -. Cariño, ¿has visto que haya entrado con alguien?

-No, ha entrado sola.

-Esta chica está mal. Te lo he dicho, es la edad. Todo pasará.


 Les dio dos paquetes grandes de patatas y estuvieron comiendo, hablando y riendo durante un tiempo.

-Vosotros me entendéis - dijo haciéndose círculos en la rodilla con el dedo.

-Sí, lo entendemos todos.

  -¿T...todos?

-De donde nosotros venimos, todo está bien visto. Tú estás bien vista. Y todos esperan ansiosos que llegues.

-¿Me esperan? ¿A mí?

Cuando los chicos hablaban, algo se apoderaba de su voluntad. Las palabras se introducían en su mente y le hacían sentir placer, bienestar. Era como estar tumbada en la playa durante las vacaciones, sin ningún problema, sin nada en que preocuparse o que pensar.

-¿Quieres venir con nosotros?

 -Sí... - su cerebro había dejado de pensar por sí mismo. Sólo deseaba ir a aquel precioso lugar,

-Camina, camina hacia él.

 Frente a ella había todo un paraíso. La chica que le gustaba le esperaba al otro lado. Únicamente tenía que cruzar la ventana y ya pisaría aquel edén.

Un paso, otro paso. Mientras más caminaba más sonreía y más feliz se sentía. Un pie fuera. Su cuerpo sintió vértigo y... ¡Volvió en sí! Aquello no era un paraíso, sino la ventana de una primera planta que daba a la calle. Miró hacia atrás, confundida. Esos niños estaban pálidos, como si no corriese sangre por sus venas y un oscuro fondo negro adornaban sus caras en lugar de sus ojos. Dirigió la vista a su cuello, algo le molestaba. Tenía una soga alrededor de él.

-¡Ven con nosotros! - gritó un niño. De su boca salió un líquido putrefacto de un olor insoportable.

María se asustó y cayó al vacío. Sus pies jamás tocarían el suelo, ya que para ellos su cuello debía separarse del cuerpo.

María se había unido a ellos. Lo último que vio fue que la silueta de un hombre cogía de las manos a los dos niños.

CUENTOS ANTES DE DORMIR

La visita a Javi...

Javi se consideraba una persona mayor. Hacía tiempo que no tomaba la leche del biberón, no se meaba en la cama y había comenzado a ir al instituto. Supongo que piensan que, al iniciar el instituto, son lo suficientemente mayores como para tomar sus propias decisiones e incluso independizarse si pelean con sus padres.

Pero la pasada noche había sido diferente a las anteriores. Cuando creía que al fin era demasiado adulto, amaneció meado encima. Sí. Todo el juego de sábanas y la corcha empapada. ¿Cómo se lo diré a mi madre? Pensaría, aunque otro asunto le preocupaba más que lo que le pudiera decir su madre. Había sudado, esa noche sudó como si hubiese corrido una maratón. La causa fue un mal sueño, eso fue todo. Un mal sueño que le tuvo casi toda la noche en vela. 

Odiaba tener la puerta abierta. No soportaba ni siquiera tenerla encajada. Debía estar cerrada. Aquella noche tenía que haber permanecido cerrada, pero no fue así. Tal y como en su sueño. Tock tock. Alguien llamó a la puerta en sus sueños y el pomo de la puerta comenzó a girar lentamente. Fue entonces cuando despertó.

-¡Mamá! - gritó.

Suplicó a sus padres que no encajasen más la puerta, que permaneciese cerrada y, así, ellos lo harían, aunque su madre insistió que tras darle el beso de buenas noches la cerró.

Durante el día apenas recordó lo ocurrido aquella noche. Soportó la mañana en el instituto y por la tarde salió con sus amigos. Había un chico, Alex, que le hacía la vida imposible, pero esa tarde ni siquiera apareció. Aun así, las horas de sol no son eternas. Se ocultó como se ocultan los topos bajo tierra y había llegado la hora de dormir. Esperó a que su madre le diese el beso de buenas noches y él mismo cerró la puerta, miró bajo su cama (nada, nadie) y se acostó. Jugó muy duro al fútbol así que no tardó en quedarse dormido.

Dio miles de vueltas sobre sí mismo, y dormía feliz soñando con la chica que le gustaba. Hasta que... tock tock. Habían llamado a su puerta. Su ojos se abrieron desorbitados. Los mantuvo abiertos y miró de derecha a izquierda, estudiando todo su dormitorio.

-Un sueño... - se dijo.

Tock tock. La sangre se le heló. Su corazón latía más deprisa de lo que él nunca se habría imaginado. Miró hacia la puerta. Estaba lo bastante encajada como para dejar ver que había alguien allí, tras ella. Unos ojos rojos miraban fijos e inmóviles hacia él. Se trataba de un sueño. ¡Debía serlo! Cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir con disimulo. Lo que fuera que fuese aquel monstruo con silueta humana había abierto la  puerta y se encontraba más cerca de él, inmóvil, con sus ojos clavados en el chico. Los volvió a cerrar con fuerza. 

-¡Vete, vete, vete! - suplicaba en su interior.

Lo último que vio fue una mano que sostenía algo, pero no pudo verlo bien. Antes de desaparecer... 

-Dulces sueños - una voz que sonaba débil y agonizante fue lo último que escucharía.


Horas más tarde, cuando su madre fuese a despertarle para el instituto, los vecinos se darían cuenta de que algo había pasado...

Mapa de Neotilia

Documento inédito de La leyenda del hechicero

Este es el mapa original que sirvió de guía durante la creación de la obra.

Dicho mapa se remonta al año 3 de la Nueva era. Antes de la rebelión de los elfos oscuros, ambos territorios estaban unidos bajo el nombre de Ecak (en la lengua actual significa ''amor''), pues eso era lo que reinaba en aquellos tiempos.

Tras la guerra, los elfos restantes decidieron exiliarse, y la tierra más al sur del mar Tenebris, antes poderosa, había quedado en el olvido.

Los miquininos dividieron sus terrenos en norte y sur, ya que era un territorio muy amplio para defender un solo rey. El sur, el reino de Draco, quedó guardado por el trono de Alastor Dapperheid, uno de los personajes más relevantes en la batalla de los elfos. El reino del Norte quedó bajo la custodia del rey Euristide, cuyo final fue muy oscuro. Más tarde, eso desataría ciertos enfrentamientos entre ambos, e internamente en cada reino.

Los hechiceros, quienes antes de la rebelión habitaban orgullosamente en la actual Tierra Olvidada en un poderoso gremio, se vieron, tras la guerra, forzados a ocultarse en algún lugar de la tierra. Nadie conoce el paradero de los hechiceros, solo han oído historias, relatos, sobre dónde pueden estar.

Neotilia es una zona creada con la sangre de justos y crueles, de ricos y pobres, de hombres, mujeres y niños.  Neotilia es una zona que encierra bajo su suelo a unos elfos oscuros sedientos de venganza.

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